jueves, 11 de julio de 2013

Mi ángel

Cuenta una preciosa historia judía (según a mí me contaron) escrita en uno de sus libros.
No recuerdo cuál de ellos, si tal vez el Talmud, pues este recoge discusiones rabínicas relacionadas con las costumbres, mitos, leyendas, interpretaciones de la Ley…
Cuentan que los ángeles desde su divinidad, perfección, belleza, inmortalidad  y su posición privilegiada al lado de Dios; nos observan y su misma naturaleza espiritual, muchas veces hace que no comprendan, como nosotros seres imperfectos, mortales e ínfimos; podamos ser amados por Dios.
Se asoman y observan nuestros actos, a veces tan rastreros, cobardes e ínfimos que hacen que piensen que la humanidad está condenada desde su nacimiento al fracaso.
Pero seguidamente observan actos de amor puros y solidarios, sin buscar nada a cambio, solo por amor a los demás.
Todo ello hace que nos vean como una especie compleja y que a veces nos observen más de lo necesario, lo que crea una paradoja, paradoja para nada fácil de resolver.
En algunos de ellos nace una necesidad extraña de comprender; de comprender a esta especie tan rara, ínfima, mortal e imperfecta, que son los humanos.
De comprender que es lo que los hace que sean tan amados por Dios.
De comprender como seres poseedores a veces de tanta maldad, egoísmo, perversión, inmoralidad, pecados…son capaces de albergar a otros seres capaces de actos de amor; del amor más puro jamás creado;  amor sin buscar nada a cambio e incluso a veces a costa de sus vidas.
No entienden como en medio de tanta maldad, pueda sobrevivir tanta nobleza y bondad.
Todo ello hace que cada día estén observándonos más tiempo del necesario y casi sin darse cuenta pasen cada vez más tiempo en la tierra, intentando comprender nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos. Cosa que desde su perfección es completamente imposible.
Al final algunos pocos en su gran esfuerzo por comprendernos, acuden a Dios pidiéndole ayuda, ayuda que no es factible, pues ellos no pueden moverse impunemente por la tierra como uno más pues son ángeles y son seres superiores.
Aunque al final ante su deseo de comprender, conocer y experimentar ese amor tan puro, perfecto y desinteresado, Dios permite que acudan a la tierra como humanos, aunque con una sola condición, pues no está en su tiempo ser humanos, entonces les permitirá nacer de mujer, pero seguidamente morirán y nunca más podrán regresar como ángeles; este será su castigo y permanecerán al lado de la persona elegida hasta el fin de sus días.
Esto suele detenerles, no obstante alguno decide seguir adelante con ello y elige una familia para nacer; la madre cuidara de su futuro bebe como de cualquier otro sin sospechar nada. Le amara, protegerá y... solo en el momento de nacer y durante los breves instantes que dure su aliento de vida, el ángel comprenderá la esencia del amor universal; el amor de esta madre que después de tenerlo, sentirlo y amarlo durante nueve meses en sus entrañas, después de parirlo y después de mirarlo por primera y última vez a los ojos, le dará todo su amor, en una única y sola vez; en la que ofrecerá su vida a cambio de la de su hijo; en la que el mundo se le desplomara por dejar marchar a ese ser tan amado que es SU hijo.
Unos instantes donde descubrirá por primera vez que es el amor en su versión más espiritual, amplía y pura: el amor materno, el amor incondicional y el amor más puro y verdadero que jamás experimento.
Unos instantes donde comprenderá que nunca más podrá volver al lado de su amado creador, pero, donde sabrá que valió la pena para comprender a esta especie tan imperfecta, tan ínfima, pero poseedora del amor  más hermoso y puro.

¡Mujer! si tu hijo murió al nacer; no estés triste, pues eres una de las elegidas para traer al mundo  a este ángel, que desde este momento te acompañara y cuidara hasta el fin de tus días.
¡Ahora que lo pienso!
¡No sé si me lo contaron, si lo oí o simplemente lo soñé!
O… tal vez mi ángel; ese, que tengo a mi lado, me lo susurro; para que yo pudiese contárselo a otras madres; para que se liberasen de tanto dolor y diesen gracias por haber podido crear y albergar en su vientre a ese pequeño ángel que las cuidará y guiará.

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